en Décima Espinela

La negra y el cura 2



Estando ella de hinojos
vio a la par que le felaba
¡lo único que blanqueaba
era en el cura los ojos!


La convenció una vez más
en ir para su aposento
diciéndole en tono atento:
- ¡pero si más clara estás!
Llegaron a “todo gas”
pasados ya los enojos,
luego de echar los cerrojos
y de abrir una botella
él se paró frente de ella
estando ella de hinojos.


En el medio de la sala
sin alarde de piruetas
se movían dos siluetas
con un suave tira y jala.
Eran el bueno y la mala
que complaciéndolo estaba,
que la lengua se pasaba
por los labios con saliva
con un ojo para arriba
vio a la par que le felaba.


Por querer cambiar de piel
mejor dicho, de color
con este falso doctor
ella se mostraba fiel.
Para “sacarle la miel”
con la lengua se esforzaba,
la negra no maliciaba
que era por torpe y viroca
lo que tenía en la boca
¡lo único que blanqueaba!


Estoica al pie del cañón
le cumplía el mandamiento
puesto que ese tratamiento
era mejor que el jabón.
Y mandándole un lambón
le puso los huevos rojos,
y antes de coger despojos
vio mirándolo a lo franco
lo que tiraba pa’ blanco
¡era en el cura los ojos!

© 2005 Luis Bárcena Giménez

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