en Décima Espinela

¡Vengan santos en mi ayuda!



En la puerta del convento
del convento San Francisco
con su botella de pisco
hay un borracho harapiento.
Tiene el rostro macilento
y sucia toda su muda
de su garganta nervuda
sale en medio del licor
un frase con dolor
¡vengan santos en mi ayuda!


Con tremenda borrachera
por tomar licor barato
junto a un perro y un gato
sigue tirado en la acera.
Parece una calavera
mas calavera peluda
lo vuelvo a escuchar ¡sin duda!
entre plegaria y lamento
decir con voz de tormento
¡vengan santos en mi ayuda!


En limeña madrugada
donde reina el emoliente
este borracho a la gente
no le importa para nada.
Y con la vista nublada
¡no ve, así se sacuda!
solo en su frase se escuda
y en esa atmósfera umbría
repite su letanía
¡vengan santos en mi ayuda!


Yo sé bien por qué cayó
tan profundo y con torpeza
sin meterme en su cabeza
¡ese borracho soy yo!
Soy el que un día creyó
en una hembra cogotuda.
¿que el licor a nadie anuda?
puesto que saben la causa
déjenme decir sin pausa
¡vengan santos en mi ayuda!

© 2005 Luis Bárcena Giménez

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